Para mí, el niño de 6 años que llevo en mi interior, los cumpleaños eran sinónimo de fiesta,
banderines en la terraza de casa, regalos, tarta de cumpleaños y
reunión de amiguitos (entonces todos éramos amiguitos),
con el tiempo esa tradición se quedó en una comida un poco más especial
con la familia más cercana (papá, mamá y hermana) y si no caía en fin de semana,
se emplazaba a una fecha cercana.
Pero se dio la circunstancia que un par de años tal día como
el de autos fue robado el día, mi día, en un año de esos
mi hermana estuvo gravemente enferma en el hospital,
mis padres la acompañaban en la UCI, con el justificado abandono
del recuerdo de mi persona, y fueron muchos meses;
otro año de igual fecha en el calendario, operon a mi madre,
aunque cirugía menor, es persona de alto riesgo, y estuvo ingresada
unas pocas semanas por cosas que salieron mal, y aún otro año,
el intervenido fue mi padre de una supuesta hernia inguinal
que resultó ser un tumor maligno, justamente el día haciago de mi cumpleaños,
lo pasé en todos esos años en la más absoluta soledad,
desde que me levanté,
hasta que me acosté, prácticamente y absolutamente.
Mis días por aquella época discurría en aislamiento cotidiano y
soledad muy a menudo.
Me levantaba temprano y me iba a trabajar antes que
los demás se hubieran nisiquiera despertado.
Llegaba a las tres de trabajar, y comía en soledad cuando el resto de la familia había comido ya,
mi padre solía echarse una siesta después y mi madre y hermana
solían ver la tele en el salón mientras yo comía en la cocina,
las menos de la veces, o en mi habitación, la mayoría.
Las tardes entre echarme la siesta, tocar música o permanecer con el ordenador,
ir a ensayar con algunos de mis grupos, me las pasaba
voluntariamente (o no), aislado o encerrado en mi habitación
o bien fuera del hogar.
Nos veíamos sobretodo los fines de semana, si yo no tenía actuación,
viaje o alguna otra actividad.
La soledad fue una constante en mi vida cotidiana hasta que me casé,
ya que mi noviazgo fue a la distancia entre Mallorca y Extremadura.
Pero aún conservo el regusto amargo de esos días de cumpleaños inadvertidos, haciagos,
malditos, solitarios, que han marcado la fecha en mi alma con un cabreo, desasosiego,
tristeza, alguien me ha robado el mes de junio, la primavera-verano, las fiestas con los amigos,
mi juventud perdida.
Será la crisis de los cuarenta?
El cumpleaños de 2020 que se cierne en mes y poco,
parece esbozar otro más o menos deprimente y triste día en mi calendario cumpleañero,
en un encierro forzado por un virus llamado Covid-19.
Pero si parece nombre de mascota olímpica, el Cobi'92 y el Covid-19.
Igual de horrible, incluso en el nombre.
Meditando y leyendo por internet encuentro que no soy el único "grinch" que odia el día del aniversario
de mi nacimiento.
Razones hay muchas, casi todas coinciden con algún suceso desagradable acontecido.
Los años en los que uno recibía regalos ese día, se perdió en el agujero del tiempo,
nunca nadie me montó una fiesta sorpresa, mi vida es tan deprimente…
Siempre vemos la botella medio vacía, porque alguien se nos adelantó
y se bebió la media botella de whisky que falta.
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